domingo, 23 de mayo de 2010

Juan Antonio Perez Bonalde


Sus lecturas, su vida errante, su aguda sensibilidad, ciertos aconteceres aciagos, todo lo va conduciendo al escepticismo. A partir de aquel trágico 1883, no vuelve a publicar libros de poesía propia. Sólo sus grandes traducciones, las de Heine y Poe. Busca escaparse de la realidad, ya no por el paisaje poético, sino por la puerta falsa del alcohol y de las drogas. Su salud comienza a resentirse. Quienes lo conocen y lo tratan, como José Martí, advierten en él un aire de melancolía profunda, y de tedio vital. Poco a poco llega a los límites del nihilismo. A la total incredulidad, a una falta de fe en el presente y en el porvenir. Testimonio son estos párrafos de su libro de Memorias, dados por el poeta a la prensa caraqueña:
Muchos años han pasado desde la última vez que dejé un recuerdo de vida en estas páginas.Y ¿qué he conseguido, qué he alcanzado durante este largo transcurso del tiempo?. .
Lo que alcanzaría el hombre que viviese mil años; lo que ha alcanzado la humanidad desde su misterioso principio hasta el presente: NADA!


POR SIEMPRE JAMAS!
Traedme una cajade negro nogal,
y en ella dejadmepor fin reposar.
De un lado mis sueños de amor colocad, del otro, mis ansias
de gloria inmortal;
la lira en mis manos piadosos dejad, y bajo la almohada mi hermoso ideal...
Ahora la tapa
traed y clavad,
clavadla, clavadla
con fuerza tenaz,
que nadie lo mío
me pueda robar...
Después, una fosa
bien honda cavad,
tan hioda, tan honda,
que hasta ella jamás
alcance el ruido
del mundo a llegar.
Bajadme a su fondo,
la tierra juntad,
cubridme...
y marchaos
dejándome en paz...
¡Ni flores, ni losa,ni cruz funeral;y luego...olvidadmepor siempre jamás!.

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